Thursday, December 01, 2005

El montaje del amor verdadero

Una imagen femenina es captada espontáneamente, sin ser resultado de una operación voluntaria concreta ni dándose a avisar previamente. Es un instante casual, fotográfico, destinado a dejar de ser significativamente perecedero para constituirse en el formato de una foto borrosa una imagen suprema de culto. Habiendo o no anteriormente fantaseado con la presencia de otras mujeres, desde el instante en que se toma esa fotografía el deseo que antes fue una especulación veleidosa se transforma un impulso definido y constante que emana de una más pura impresión, la impresión de esa fotografía. La presencia de esa imagen borrosa que causa una profunda impresión es perenne, y más allá de que la mujer de la cual se originó sea en el momento o en el futuro partenaire, la imagen por cierto se le abstrae y pasa a ocupar un sitio en lo alto desde el cual se ilumina a todos los demás con su emanación de sentimientos. La fotografía, irreproducible e insondable, contiene y obliga a la definición de lo sublime, lo supremo, el eterno; sin proveernos por ello jamás un ejemplo de su significado. Es cual el Dios de los judíos fuera presentado a Moisés: inefable, carente de una figura concreta, de ninguna forma materializable. Queda el recuerdo de su dorso, pero no de su cara, y sin embargo, es muy cierta su existencia. Como el protagonista de Demian, es un concepto que si se lo procura dibujar se escabullirá en la aparición de una imagen disconformante, angustiante, tal vez asociable a un conocido espectro amenazante, ajeno a la sensación de sublimidad que la fotografía nos incita. De ella surge la veneración que le da a ella y a uno sentido; ella convoca a su venerador a contemplarla infinitamente, a medir a las mujeres del mundo en relación a su imagen, a desearla profundamente y sacrificar todo por ello.
El adolescente, con su fotografía de culto, aún debe foguearse en la experiencia misma. La fotografía puede conducirlo por el camino de cien mujeres o por el camino de la soledad, mas en nada se diferencia una situación de la otra. La imagen, tan ineludible y tan forzosa, condena a su portador a anhelarla tan profundamente que por largo tiempo los encuentros con mujeres en la realidad se manifiestan como una ausencia apremiante; es a causa de esto que, también para quien la compañía ha abundado, el sentimiento de inconformidad y la imperiosidad de abandonar y emprender una nueva búsqueda una y otra vez, la reducen a la nada. El deseo de la imagen es la fuerza de un universo y su consecución, con sus vaivenes, llena de sufrimientos, es una promesa de la cual ni en lo más mínimo se descree de que se cumplirá imperativamente. Ergo, la eterna búsqueda del adolescente se fundamenta en una confianza inquebrantable que construye desde el primer momento una fe teleológica. El encuentro de la sublimidad está para él escrito en la historia, y por ello, todo avatar, todo disgusto, sólo es una etapa necesaria en el viaje hacia lo sublime, y en tal condición, afortunadamente, capaz de ser sobrellevado.
Este viaje en busca de lo sublime, como una travesía desde la Tierra a un punto oscuro y lejano del Universo, solitario y afligido, lleno de esperanzas y portador de una certeza que se revelará falsa, arriba un día a su punto más lejano, desde donde comienza el regreso. Aquel día es el momento en que el miedo a la soledad y el desconcierto eterno aflora por doquier alrededor de la imagen de culto. -¿Debo “olvidarla”?- Es la interrogación más frecuente que se responde con otra interrogación -¿Olvidar a quién, si en realidad no hay nadie allí?- Comprender que la imagen es apenas una ficción, con mucho sentido, pero una ficción al fin, acaba provocando una impresión de desasosiego mucho más profunda y, en un primer momento, difícilmente superable. El advenimiento de una aflicción total en el joven es, aunque sus cavilaciones lo hagan vacilar, la puerta de salida, o mejor dicho, la puerta de entrada a la superación de su soledad y de su lejanía. La aflicción es la fase más esperanzadora para el joven, pues gracias a ella comienza a descubrir nuevos sentidos para sus sensaciones; y lo más primordial es que aparece por primera vez la conciencia de su responsabilidad, que le pertenece a él y sólo a él. Lo que haga tendrá consecuencias sobre lo que será, lo que sentirá, lo que vivenciará, y es a causa de esta nueva impresión que se inicia el desprendimiento de lo que en adelante puede representarle su tara: esa idea teleológica de que su historia está escrita y que vale esperarla a que finalmente se concrete. Pero se trata de un desprendimiento muy particular, pues nunca se abandonará del todo la idea de la historia ya escrita. Evidenciará que su historia será la historia de la imagen, su destino estará esbozado en esa imagen, aunque se trata de un destino que no se conoce ni jamás se conocerá. Por eso, cada acción que uno lleve a cabo es consecuencia y causa de otra acción en un nuevo escenario creado por la acción anterior, es decir, la compañía, la sensación de realización personal en el amor, será obra de cada uno; y justamente, cada sucesión de aciertos y de sensaciones de satisfacción serán al menos la seguridad de que se alcanzó una experiencia inherente e imprescindible para quien se ha elegido como destinatario de un fin elevado. Contrariamente, muestra de lo contrario será cada sucesión de faltas de virtud e ineficacias.
Cuando el joven haya asumido su condición, entonces su camino hacia el amor verdadero estará señalado en el nacimiento del Hombre “decidido”. Un hombre afligido por su destino y consciente de sí mismo y de su deber será quien al cabo se conduzca día a día con el recuerdo y el deseo de esa imagen que encontrará en su mujer “verdadera”, lejos de toda idealización, en una compenetración incondicional con el amor y su deleite; descifrando la presencia de los atributos de la imagen en la mujer “verdadera”, que es tal no por cómo es, sino por su trascendencia celestial que lo honra.

Marc Papàïs, Conde de Erialplatonia

Noviembre de 2005

Wednesday, October 26, 2005

República, Libertad y Representación en la construcción de la Democracia Liberal. ¿Especulación o Empirismo?

Concibiendo ligeramente los rasgos del sistema democrático moderno, Norberto Bobbio (1909-2000) afirma que se trata de un contexto político que “a partir de sus leyes fundamentales los miembros de una sociedad, por numerosos que sean, pueden resolver los conflictos que inevitablemente nacen entre los grupos que enarbolan valores e intereses contrastantes sin necesidad de recurrir a la violencia recíproca”[1]. Sucesivamente, Friedrich Von Hayek (1899-1992) alerta que “el mayor abuso que se puede hacer de la definición de democracia es el no referirla a un procedimiento para alcanzar el acuerdo sobre una acción común, y a cambio llenarla de un contenido sustancial que prescriba cuáles deben ser los fines de esta acción”[2]. Dirigiéndome en aquella formulación de Robert Nisbet[3] de que una Idea-elemento es “una perspectiva, un marco de referencia, una categoría (en el sentido kantiano), donde los hechos y las concepciones abstractas, la observación y la intuición profunda forman una unidad” (pero fundamentalmente agrupamientos y relaciones de hombres e ideas); examinando detenidamente la visión general que ambas frases expresan, es decir, el sentido de la democracia, he reparado que sus componentes evidenciados en las citadas frases están presentes en torno a Ideas-elemento identificables como equivalentes a aquellas de República, Libertad y Representación que cimentaron en perspectivas distintas el pensamiento de los autores que se hallarán a partir de aquí en cuestión: Nicolás Maquiavelo (1469-1527), Thomas Hobbes (1588-1679) y Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). A las susodichas República, Libertad y Representación, adoptando como conjunto un sentido liberal-democrático, se les corresponden “Leyes Fundamentales”, “Resolver Conflictos”, “Valores e Intereses” (Bobbio), “Procedimiento” y “Acción Común” (Von Hayek). Sin embargo, quienes debo analizar (Maquiavelo, Hobbes y Rousseau) son teorizadores políticos notablemente diferentes entre sí, y a partir de esto, contribuyentes en grado diverso a la formación de las Ideas-elemento del pensamiento liberal-democrático, entre ellas las de Bobbio y Von Hayek, sobre el funcionamiento del sistema político. Desarrollando a continuación República, Libertad y Representación tal las concibieron Maquiavelo, Hobbes y Rousseau, intentaré dilucidar cuáles han sido los aportes positivos de estos tres autores, o en todo caso, si mi apreciación inicial resulta ser correcta, lo que se atisba como liberal-democrático en dos de ellos frente a las nociones radicalmente opuestas del inventor de un orden constituido y dominado por contenidos sustanciales. A modo de conclusión, cumpliendo con lo que la última parte del título de esta obra promete, propondré una respuesta a la pregunta acerca de la naturaleza de las Ideas-Elemento de la democracia liberal.


Nicolás Maquiavelo. La República y el conflicto, hacia la Libertad.

La idea de Democracia en el Renacimiento se asociaba con las nociones de discordia e inestabilidad
[4], pues la imagen que se tenía de ella era aquella de la aldea de gobierno popular que llevaba una vida de altercados intestinos y desorden permanente. Contrariamente, el sentido de la República, el cual refería típicamente a la experiencia romana del Gobierno Mixto, surgía en la imagen de la estabilidad, la concordia, y la acción libre de los individuos organizada en función de la armonía y la unidad de la civitas. El humanismo florentino se expresaba así a través de la voz de Dante Alighieri (1265-1321); “Si, pues, el juicio mueve completamente al apetito, y de ningún modo proviene de éste, es libre; si, por el contrario, el juicio es movido de cualquier modo, por el apetito, no puede ser libre, pues no depende de sí, sino de quien lo tiene cautivo”[5].
Maquiavelo, en sus “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, emprende la búsqueda de las causas de la grandeza de Roma con la esperanza de que éstas pudieran ser la clave para repetir la historia. Primeramente, analiza las formas puras e impuras de gobierno, reconociendo que insoslayablemente un orden constituido por alguna de las formas puras, como consecuencia de los vicios deviene su forma impura. Conocieron los legisladores espartanos y romanos, los primeros por obra de un hombre, Licurgo, los segundos por obra de la necesidad que imponía los acontecimientos, la prudencia de establecer un gobierno firme y estable que huyera de cada una de las formas de gobierno en estado puro. Como las disputas eran entre príncipe, nobleza y pueblo, reclamando cada uno de ellos una forma pura de gobierno que les resultara favorable a sus intereses; pues resultaba entonces necesario que el ciclo monarquía-tiranía, aristocracia-oligarquía y democracia-demagogia, movido por la corrupción y la pérdida de la virtud de los actores, y adversamente, conducente al debilitamiento de la civitas; fuera disuelto por medio del establecimiento de un tipo de gobierno que contuviera a las tres formas puras: la República, el “Gobierno Mixto”.
Sin embargo, en efecto, la instauración de un régimen de Gobierno Mixto plantearía una cuestión muy inconveniente que alertaba a los pensadores políticos del renacimiento italiano. ¿Cómo conciliar a las diversas facciones que actúan en la vida cívica para que la propia lucha que sostienen no se aleje del cauce de la virtud y el bien común? Contrariamente a lo que sus coetáneos pensarían, lejos de considerar el proceso político como un espacio donde las partes convergen en la realización del bien común, Maquiavelo eleva el peligro del tumulto al grado de asumir la condición de sostenedor de la vida cívica. En la República, los Grandes –aristocracia- y el Pueblo se enfrentan como dos sujetos con voluntades contrapuestas y sin la más mínima intención de ceder uno ante el otro. Estas fuerzas sociales opuestas que se vigilan una a la otra, aprobarán sólo aquellas leyes o instituciones que conducen a la libertad cívica apoyándose en los deseos de los pueblos libres, que por nacer de un sentimiento o sospecha de estar siendo oprimidos, raras veces son perniciosos para la libertad. Así, los desórdenes en Roma servían en último término para evitar el triunfo de intereses sectarios y para promover el interés público, consolidando la Libertad mediante las leyes. En los hechos, satisfaciendo el deseo de la libertad para vivir seguros.
A partir de estas tesis de Maquiavelo es posible introducirse en la lógica de confrontación de grupos que se presenta en los escenarios de la moderna democracia. Si los Valores e Intereses que rivalizaban para Bobbio pacíficamente pueden vislumbrarse en la canalización del Tumulto -escena del conflicto entre los Grandes y el Pueblo- como un mecanismo para garantizar la permanencia del orden, resolviendo conflictos y consolidando la libertad a largo plazo; asimismo es allí visible la subordinación a las Leyes Fundamentales o al Procedimiento. Sea en las leyes buenas que hacen a la buena educación y por ende a la virtud, o en la persecución de quienes desprecian la “utilidad común que se deriva de la vida en libertad”; todo ello no permite más que solidificar la continuidad de los conflictos en un marco de virtud y aceptación de las formas de la vida libre, lo cual devenga el mejor resultado de la República: la Libertad. Ella misma es entonces la manifestación insita, el fin declarado y a su vez subyacente de la Acción Común que deben resolver los individuos.


Thomas Hobbes. Pacto y Libertad.

La filosofía política de Thomas Hobbes parte de una concepción netamente materialista. En su ensayo “El Leviatán”, asevera: “The universe is corporeal; all that is real is material, and what is not material is not real”
[6]. La proposición de Hobbes en “El Leviatán” fue erigida como una expresión abstracta de lo que en verdad percibía el autor de la dinámica de la sociedad de la cual él mismo era parte. Por eso, cuando se refiere al hombre en “Estado de Naturaleza”; aquel que busca el placer enfrentándose a su semejante, del cual desconfía y teme que lo mate con tal de asegurarse el objeto del deseo de ambos, sin que nadie lo proteja o vengue de ello; no lo está contraponiendo al hombre civilizado, “sino que se refiere a hombres civilizados cuyos deseos son específicamente civilizados; que el estado de naturaleza es la condición hipotética en la que los hombres, tal como son ahora, con sus naturalezas formadas por la vida en la sociedad civilizada, se hallarían necesariamente si no hubiera un poder común capaz de intimidarlos a todos”[7].
En el Estado de Naturaleza, los hombres, en busca de satisfacer sus deseos, irremediablemente entran competir y a desconfiar entre ellos. El ataque de unos a otros proviene de tres causas subsiguientes: el logro de un beneficio, la defensa de este logro y la pretensión banal de instalarse encima de los otros por motivos insignificantes. Pero esto no sería posible si se estuviera en un medio en el cual un poder común fuera capaz de atemorizar a todos los hombres, y consiguientemente, calmar sus pasiones. En ausencia de tal poder, los hombres se encuentran en Estado de Guerra, una situación de disposición manifiesta a la lucha. Bajo condiciones tales, el pecado, la ley y la justicia no existen; y los hombres, entonces, quedan librados a su absoluta libertad, pero también, de manera tétrica, a la posibilidad de ser despojados por otro a las obras de su esfuerzo, y principalmente, a la muerte violenta. De allí que, obligados por la ley de la naturaleza a preservar sus vidas, claman por la paz.
La paz, según Hobbes, es la ley fundamental de la naturaleza, en otros términos, la imperiosidad de conservar la sociedad. Si la ley fundamental de la naturaleza manda a los hombres a esforzarse por la paz, a renunciar a su derecho a todas las cosas y satisfacerse con la misma libertad que los demás hombres; quiere decir que la renuncia a la libertad absoluta es el primer paso para comenzar la difícil labor de conservar ni más ni menos que la sociedad misma. Por consiguiente, los hombres convienen en transferir ciertos derechos para dar garantías mutuas de seguridad, a lo cual Hobbes denomina Contrato. Sin embargo, nada asegura hasta ahora, con el pacto de asociación, de que haya certeza de que todos los contratantes vayan a cumplir su palabra de renuncia a sus derechos, que los pactos signados entre hombres no sean nulos ante la menor sospecha de no cumplimiento. De aquí que, en adelante, habrá de recurrirse a un poder común sobre todos los contratantes, con derecho y fuerza suficiente para obligar al cumplimiento de los pactos y acuerdos.
Pero, ¿de qué manera se da consistencia a tamaño poder? Pues bien, en el acto conocido como pacto de sujeción, confiriendo todos los hombres su poder y fortaleza a un hombre o a una asamblea de hombres; transfiriendo cada hombre su derecho a gobernarse a sí mismo a un hombre o a una asamblea de hombres: el Estado. Este representa la personalidad de cada uno de los hombres que intervinieron en el contrato, y cada cosa que el Estado haga será obra de quienes estén siendo por él representados. Esta gran persona formada por todos los hombres que contrataron, el Leviatán, proveerá la paz y la defensa común. Su titular será el soberano y los hombres que lo rodeen sus súbditos, quienes, habiéndolo aprobado o no, deben autorizar todas sus acciones o juicios; y una vez que queda instituido, ya no es posible separarse de él ni hacer un pacto nuevo para someterse a otro soberano. Así, los individuos se asumen primariamente como destinatarios, y substancialmente, como ejecutores indirectos de las acciones del soberano, el Leviatán. Lo que el Leviatán obre será obra de los ciudadanos; él hace de la multiplicidad social una persona política que disponga a la nación en posición para actuar en el marco histórico, lo cual implica especialmente la sustentación de una sociedad en la cual los individuos, por sí solos, efectúen las actividades que les son propias sin temer ni recurrir a la violencia. “El cuerpo social existe si y sólo si existe quien, al sumar sus partes, lo represente”
[8].
“Libertad significa, propiamente hablando, la ausencia de oposición”, así comienza Hobbes el capítulo XXI de “El Leviatán”. Lejos de ser el Estado un coartador de la Libertad, es precisamente su garante. La Libertad de hacer lo que la propia razón sugiera provechoso radica invariablemente en la libertad de comprar y vender, de signar contratos, de escoger residencia, alimento, género de vida; en suma, se trata de ser libres de hacer todo aquello que es garantido por el poder estatal. De las acciones que está privado por ley, son, vaya caso, las que atentan contra la libertad de hacer lo que por razón más relevante concibe. Por este motivo, el contrato supone que las libertades otorgadas por el soberano que demuestren ser perjudiciales a los fines de éste de proteger a sus súbditos, serán revocadas.
“Ese interés público que personificáis no es más que un término abstracto: sólo representa la masa de los intereses individuales...”
[9]. Acaso esta frase de Jeremy Bentham describa elocuentemente la imagen del Leviatán, ese gran hombre integrado por numerosos hombres más pequeños. Si bien en “El Leviatán” no se analizan ni sugieren formas específicas de gobierno, la noción de Estado y autoridad política que esboza allí Hobbes es la propia mano por la cual acciona el sistema político liberal. Los Valores e Intereses que los individuos esgrimen, sin más, son aquellos que fuera del Estado Hobbesiano asumirían un rumbo violento para saldar sus conflictos. En cuanto a las Leyes Fundamentales, estas no son ni más ni menos que las leyes del Estado, aquellas que persiguen el interés público de la paz y la defensa (las Acciones Comunes) armonizando y conteniendo en sí la variedad de intereses individuales; son las que crean los Procedimientos para que los intereses individuales no colisionen entre sí, para que encuentren sus distancias, autonomías y mediaciones. Las leyes son la lógica del Contrato, del Estado Hobbesiano, como afirma Eduardo Rinesi en “Política y Tragedia”, “la Lógica de la Separación, porque sólo la separación garantiza, según Hobbes, las condiciones para la vida”[10].


Jean-Jacques Rousseau. Fundación de la Libertad por la Voluntad General.

Jean-Jacques Rousseau rechazaba la posibilidad de fundar la sociedad en base a un contrato de asociación y de sujeción a una autoridad encargada de conservar el orden y el cumplimiento de la ley. Vehementemente, las acusa de ser el dominio del género humano por una centena de hombres. En ese sentido, es posible interpretar que en principio censura las fórmulas de los sistemas políticos representativos. Interrogándose acerca de cómo fundar un método de asociación que defendiera y protegiera –usando el poder de todos los hombres- la vida y la propiedad de cada miembro, además de habilitar a cada miembro de la sociedad a obedecerse solamente a sí mismo y permanecer libre como en su estado natural; elabora la idea del Contrato Social. Los términos de este contrato se reducen a un simple requisito: el miembro individual debe entregarse a sí mismo, incluyendo sus derechos, a la comunidad. Esto ha de ser así, puesto que la condición será la misma para todos si cada individuo se entrega totalmente, y siendo igual, nadie se verá tentado a hacer de ella una carga más pesada para el resto. Mientras que en la transferencia de fuerzas y derechos de los hombres al soberano en el contrato hobbesiano nadie podía enajenar su derecho a querer conservar su vida, la entrega total del individuo en el Contrato Social de Rousseau presume que para un contratante “su vida no es ya solamente un beneficio de la naturaleza, sino un don condicional del Estado”
[11].
La voluntad individual es un inconveniente constante para la Comunidad formada por el Contrato Social. Siendo dable confundirse como Voluntad General cuando se manifiesta como una voluntad ampliamente aceptada, siendo tan solo una suma de voluntades particulares, puede provocar daños a la Comunidad, aunque sin jamás afectar a la voluntad general, que es inmune. La Voluntad General dirige al Estado hacia los objetivos para los cuales fue fundado, su ejercicio es la Soberanía, inalienable e indivisible, pues la Voluntad General o es o no es. La Voluntad General está siempre en lo correcto y se inclina por el bien público. Por eso, quienquiera que se niegue a obedecer a la voluntad general, debe ser forzado por toda la Comunidad a acatarla; por la fuerza, ha de ser libre. La sumisión a la voluntad general evade a una persona de ser dependiente de otra.
Las deliberaciones de la gente no poseen la misma rectitud que la Voluntad General. Las personas desean lo que es bueno, pero no siempre perciben lo que lo es. Cuando se debe legislar, el legislador, un “hombre extraordinario” que es directamente el ciudadano y no el representante de voluntades particulares o sectoriales, como tal debe ser intérprete de la Voluntad General, y en las leyes que establece, él no existe como tal, sino como súbdito. Considerando que, de continuar en su condición de legislador una vez promulgada la ley, y en fin, su supremacía sobre ella, en el acto de legislar primaría su interés personal; el legislador debe abandonar tal condición para someterse a la ley al igual que todos los miembros de la Comunidad. Es de notar que este singular legislador no es producto de una elección de representantes, pues, en tal caso, sería una fuente de dominio del conjunto por unos pocos, o bien, deudor de la voluntad interesada de un individuo. Rousseau presenta el ejercicio y la conducción del poder directamente por el ciudadano modelado a imagen de Voluntad General; y aborrece, lógicamente, la participación en el gobierno del individuo por moldeado por su historia en cuanto a lo que es en sí mismo y a su grupo.
En una trama en la cual los intereses individuales son impugnados, donde la alineación y el funcionamiento del sistema político y de la sociedad misma adquieren fines últimos, se expone un modelo de estado y de sistema político sumamente distinto a los de Maquiavelo y Hobbes. Si en estos la organización se construía para dar respuesta a grupos e intereses enfrentados, para alcanzar su libre convivencia y su cooperación para la conducción del Estado y la regulación de las actividades de los individuos; en dimensiones opuestas, Rousseau se aferra a la idea de una sociedad en la cual la particularidad sea superada por un sentido último yaciente en la Voluntad General, un fenómeno que se presentaba en todas las voluntades, mas frecuentemente sin poder ser discernido. El Contrato Social suscita la discusión del “contenido sustancial que prescriba cuáles deben ser los fines de esta acción”, exactamente aquello que Von Hayek censuraba en la definición de democracia.


Las Ideas-Elemento de la Democracia Liberal. ¿Obra de los hechos o de la fantasía?

“Reaccionar contra la crueldad, la injusticia o la opresión es una cosa; tener una panacea para asegurar la libertad del hombre o su felicidad es un asunto muy diferente”. Esta respuesta corresponde a la pregunta de si no había ambición o arrogancia en el hombre que trata de hacer que la realidad se ajuste a sus así llamados ideales. Quien se la formulaba era Lewis Namier, en un artículo sobre la influencia psicológica en el entramado de las ideas políticas
[12]. Estimo que la misma pregunta puede hacerse respecto al surgimiento del pensamiento político de Hobbes y Maquiavelo y de su evolución posterior hacia lo que contemporáneamente se registra como la doctrina de la democracia liberal, o el liberalismo democrático.
En “El Leviatán”, creo haber observado con notable evidencia que Hobbes intenta diagramar desde unos pocos elementos de percepción y razonamiento humanos, un cuadro de la motivación y la acción humana del cual sea deducible una posible forma de relaciones políticas y su relativa conveniencia. En esta labor aparece como un elemento muy destacado la cuestión moral, que en la obra de Hobbes nace de la necesidad cotidiana de establecer derechos y obligaciones para la conservación de la estabilidad social. Sin dar lugar a la fantasía detrás de la utilidad de la religión, la subordina al Estado y le confiere un papel instructivo destacable. Ha de reconocerse que Hobbes, tal es sostenido por Macphearson, no reconoce como criterio de valores ninguna idea de justicia basada en nociones que estaban al margen y por encima de cualquier hecho; sino que los hechos mismos denotaban objetivamente con que valores y derechos la sociedad de su época estaba dispuesta a desenvolverse.
La crítica al cristianismo que Maquiavelo esboza en sus “Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio” se desarrolla paralelamente al sentido de la cuestión moral, de la religión, en la consolidación de un orden. Es eminente que no era asunto que llamara la atención e hiciera emanar una perspectiva desfavorable por los valores en sí que profesara el cristianismo, sino más bien, molestaba a Maquiavelo la inadecuación de unos valores llamaban a la privación de los goces terrenales a un país en el cual las reyertas políticas se daban en la mayor parte de las ocasiones por asuntos de estos mismos. De la misma manera, el aborrecimiento de las formas puras de gobierno era naturalmente una objeción a ideas organizadoras que no contemplaban la existencia de grupos irreconciliables en algún sentido, cuyos enfrentamientos eran en primer lugar la contradicción lógica a los modos que estas ideas proponían.
Por último, en lo que refiere a las Ideas-elemento analizadas en partes de este trabajo, en los términos en que han germinado a lo largo de diversas épocas, aún cuando no pocos piensan que en la actualidad se hubieren adaptado a una forma idealista y especulativa, en realidad nunca han dejado de ser presentes. Tanto lo que atestiguan Bobbio y Von Hayek en las citas inscritas en los primeros renglones de este escrito se condice con la experiencia que se vive en nuestros tiempos y que aún se reproducirá en un futuro que no se reduce a la inmediatez. Los sucesos políticos ocurridos en los últimos años han degradado a la democracia liberal, sin embargo, en una época en que los valores e intereses contrapuestos se enfrentan en un contexto de incomprensión y violencia, la voluntad de superar los crecientes desajustes de la sociedad global transita principalmente por recuperar un orden civil y político que contenga a la diversidad como un motor mismo de progreso. Aquí no se juega la fantasía.
Marc Papàïs, Conde de Erialplatonia
Agosto de 2005

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[1] Norberto Bobbio, Democracia
[2] Op. Cit.
[3] Robert Nisbet, La formación del pensamiento sociológico 1, Capítulo 1, p. 18. Ed. Amorrortu, Buenos Aires.
[4] J. Fernández Santillán, La Democracia como forma de gobierno.
[5] Dante Alighieri, De la Monarquía. Libro I, Cap. XIV, p.49. Ed. Losada/ La Página. Buenos Aires, 2004.
[6] El Universo es corpóreo; todo aquello que es real es material; mientras lo que no es material, no es real”.
[7] C.B. Macpherson. La Teoría Política del Individualismo Posesivo. Capítulo II.
[8] J. C. Monedero. Representación política.
[9] J. Bentham. Teoría de las penas y las recompensas.
[10] E. Rinesi. Política y Tragedia. Cap. 4. Ed. Colihue, Buenos Aires.
[11] J.-J. Rousseau. El Contrato Social. Libro II, Cap. V
[12] L. Namier. La naturaleza humana en la política. Revista “Prismas”, Nº4, 2000, pp. 143-147.

Monday, October 10, 2005

Imprudencias sobre el 12 de Octubre

Primero. Desde la nave principal se avizora la tierra. La caravana ha alcanzado el Asia avanzando hacia el oeste. Nadie se cayó del mapa, como amenazaban nuestros infundados temores. Aquellos andaluces, castellanos y genoveses conocían cabalmente el descubrimiento de Erastóstenes y la concepción aristotélica del Universo. Los maestros que nos relataron año tras año la aventura mágica de un lunático tal vez poco podían explicarnos de qué se trataba. Los españoles, cuentan, llegaron a América y regalaron amablemente espejitos de colores a los indios (los habitantes de la India en verdad se denominan hindúes), y estos, a su vez, oro a los españoles. Esto ya lo sabemos de memoria; por eso no hay más que convenir en un hecho: es un dislate.
Segundo. La conmemoración del 12 de Octubre por el descubrimiento de América es una afrenta a los pueblos americanos. Es un elogio desfachatado al crimen, al saqueo y a la opresión cultural y lingüística. Lejos de recordar este trágico día, histórico reconocimiento sería aquel de establecer el 11 de Octubre como el “último día de la paz”. Invócase que el amanecer de este día de 1492 fue el último en paz y armonía para los americanos, pues los invasores europeos fueron quienes descargaron la violencia, las armas y la traición de sus barcos para diseminarlas por el continente recién aparecido. Aquí también somos capaces de enumerar las destrucciones provocadas por el colonizador, y seguido a esto, inferimos nuevamente la existencia de una absoluta ceguera sobre los sucesos históricos y su marco de puesta en escena que nos los explicita. ¡Qué insensatez!

Un acercamiento a las causas que condujeron a tamaña empresa de invadir y subyugar vastos territorios, cuantiosos en recursos y antes desconocidos, pretendo que expliquen dos cuestiones fundamentales que como conclusión de los anteriores párrafos se derivan. En primer lugar, la historia de Cristóbal Colón no es aquella que narra las vicisitudes de un perturbado que desea fervorosamente demostrar que la Tierra no era una plataforma rectangular sostenida por tortugas gigantes. El marco ideológico en el que se inscribe el concepto “descubrimiento de América”, siguiendo las lecciones escolares, es aquel que supone la llegada de la civilización cristiana a una tierra culturalmente yerma y naturalmente rica; en la cual habitan individuos primitivos; desconocedores de las formas complejas de vida social basadas en las relaciones económicas, el dominio de la política y la constitución dogmática y burocrática de las creencias sobrenaturales compartidas. Embelesados por la magnificencia de los llegados desde el Este, los dóciles y estólidos habitantes del Oriente alcanzado desde el Occidente, voluntariamente se entregaron a la superioridad de los otros, concediéndoles sus riquezas y sus manos laboriosas. Así, se relata el destino feliz de una empresa transgresora de los conocimientos y la prudencia de los sabios de la época, que alcanza una tierra desconocida, res nullius, y acumulan fastuosa riqueza y se sirven del trabajo de hombres sumisos.
En segundo lugar, es absolutamente irracional y contraria a todo saber histórico y antropológico que el continente americano era un archipiélago de tribus indígenas conviviendo pacíficamente, sin guerrear unas con otras ni practicar el sometimiento económico, político y cultural. Esta aseveración prohíbe definitivamente la valorización de las culturas precolombinas a partir de la herencia cultural; testimonial y edilicia, que es hoy empíricamente factible apreciar. Por otra parte, implica menospreciar la ardorosa resistencia de las naciones y pueblos americanos a la ocupación y posterior conquista lingüística y religiosa, que al fin logró conservar ciertos componentes precolombinos en el montaje de la España en las Indias Occidentales. El potencial dominio del arte de la negociación por los pueblos precolombinos, caracterizable por su oportunismo en obtener acuerdos con los adelantados en detrimento de sus vecinos, fue la herramienta de la cual se valieron pueblos originarios para deshacer a sus enemigos, y a la vez, no enfrentarse directamente a los españoles. Vale recordar el episodio de la “noche triste”, fin del primer intento de Hernán Cortés por conquistar Tenochtitlán. Cuando éste, a sabiendas del planeado ataque de los mexicas, intentó huir con sus tropas sigilosamente durante la noche, padeció un feroz ataque que concluyó con la mitad de sus hombres muertos. Casi un año después, sólo con el apoyo de ochenta mil tlaxcaltecas y unos cuantos expedicionarios llegados en el ínterin, se asentó definitivamente sobre la fastuosa capital.
No es menesteroso conocer cabalmente por qué y cómo fue la colonización de las supuestas Indias de Colón; pues, evidentemente, la clave de toda refutación a las enunciaciones de las cuales se vale este intento banal y de sustento mediático de revisionismo histórico, radica fundamentalmente en su carácter estrictamente especulativo y, en consecuencia, insondable. Quizás haya que recomenzar por una explicación más científica y menos literaria de los hechos que compusieron colectivamente la realidad de la conquista del nuevo continente. Se trata de entrever en los acontecimientos que intervienen a priori y a posteriori del 12 de Octubre una dimensión histórica que la historiografía practicada por las maestras de la escuela, y aquella de la militancia política ocasional por el 12 de Octubre, soslayan de plano. ¿Por qué, sin generarnos ninguna reflexión al respecto, conocemos que la filosofía natural aristotélica, incorporada a la doctrina monástica medieval, proponía un Universo esférico y finito compuesto por esferas perfectas que circulaban alrededor de una esfera central conocida como la Tierra? Allí se da inicio a esta historia.
(Escrito para el 12 de Octubre de 2004, firmado con el seudónimo Graf Steppenwolf)
Marc Papàïs,
Conde de Erialplatonia

Wednesday, August 31, 2005

"Pero yo soy constante como la estrella Polar que no tiene parangón en cuanto a estabilidad en el firmamento".
"Julio César", de William Shakespeare.
.
Sueño
.
Cuando Sol poniente anuncia la noche,
Cuando las estrellas encienden su brío,
Al compás mi cuerpo redime su sangre,
Néctar impetuoso fluye en sus venas.
.
Cuando noche oscura cita al lecho,
Cuando resucitar espero tendido,
Serafín revela sueño anhelado,
Amor se llama tu reencuentro tierno.
.
Cuando los zorzales enseñan su oda,
Cuando las flores tonifican el aire,
Es tu voz cantándome su melodía,
Son tus palabras regalando cariño.
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Cuando mi sueño va alcanzando su fin,
Cuando oigo exclamar: ¡Levántate ya!
Un recuerdo seductor deja impronta,
Un día de amor, mi eterna pasión.
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Marc Papàïs,
Conde de Erialplatonia

Sunday, August 28, 2005


Huelgas que no cuajan

Una breve reflexión sobre las polémicas luchas de enfermeros y docentes universitarios en la Argentina post-crisis.


Finalmente una espiral de reclamos salariales y sucesivas huelgas se ha librado en diversos ámbitos del campo laboral. Tras década y media de reducciones crecientes de los empleos existentes y de las oportunidades de obtenerlo; consolidándose paralelamente la desprotección legal y social, junto con la racionalización del trabajo; el goce de la libertad de demandar un salario más elevado a través del ejercicio de la huelga ha sido afortunadamente rescatado de entre una larga lista de derechos condicionados por los hechos. La declaración del síntoma de prosperidad y pujanza de los actores económicos y sociales puede aducirse para explicar y recibir con beneplácito el surgimiento de estas huelgas; pero, siento mucho ser aguafiestas. Prudente aquel que tiene un hálito de escepticismo a mano para no enfervorizarse tan pronto; para intentar dilucidar una trama que tanto la religión de la lucha de clases y sus resentimientos pasionarios, como la razonable aspiración a ensanchar los bolsillos, ignoran profundamente cuando salen a batallar. Condenar éticamente que niños sanos no puedan acceder a servicios médicos, fastidiarse porque alumnos primarios, secundarios y universitarios no reciben las lecciones fundamentales para su formación; merece para no pocos religiosos y pasionarios una censura, por reaccionario y fascista. Puede ocurrir que así suceda en muchos casos, cuya explicación es más bien por reaccionarios que por fascistas. No obstante, desquitarse de los ardores resulta al fin una experiencia aciaga si al menos no se goza de la capacidad evasiva de templar las impresiones con razonamientos que concluyen en representaciones no menos funestas.

El derecho

En la mayor abstracción de una escuela predominante de pensamiento económico suele afirmarse que el mercado de trabajo es un mercado más entre otros; elástico, donde oferta y demanda siempre alcanzan una situación de conformidad; lo cual otorga toda validez de raciocinio económico a cualquier trabajador que meditada o espontáneamente tenga voluntad de demandar una mejor paga. Que los enfermeros manifiesten el deseo de ganar más que los médicos no es ilógico de su parte, es lentitud de los médicos que no redoblan la apuesta. ¡Que empiece el reclamo! Díganle a sus contratantes que esperan de ellos una suba en sus salarios a partir del próximo mes. Si sus patrones son solícitos, allí estarán aumentando las cifras de sus cheques y depósitos, pero aplicando la racionalidad económica seguramente les sugerirán algo que los humanos no pueden hacer: volar por sí mismos. Pero, nadie debe olvidar los derechos adquiridos por la actividad y acuerdo político. Cada uno debe tener su ejemplar de la Constitución en su casa como si fuera una Biblia; contemplen cuan agraciados son frente a los ingleses y los israelíes, ustedes sí tienen un texto sintético llamado Constitución Nacional que es el mejor manual para conducir sus libertades. No tienen que leer abundante, ni siquiera abordar los embarazosos artículos sobre las atribuciones de los poderes de la nación. Para este caso, basta con atender al artículo 14 bis para informarse que no necesitan salir volando de la oficina de su jefe cada vez que desean unos billetes más. Compartiendo visiones con sus compañeros, podrán llegar a un acuerdo y advertirle a su jefe que se cruzarán de brazos hasta alcanzar lo que ambicionan. ¿Aún sigue siendo tosco? Bueno, crucen los brazos, la constitución se los permite. Así, como los legisladores lo han previsto, deberán sentarse junto a su empleador a una mesa de negociaciones, aceptando todos volver a sus puestos mientras la negociación esté en curso. Podrán ganar o perder, eso depende de vuestra capacidad de negociación y naturaleza de organización; así como de la predisposición del jefe. Desde ya, nunca van a perder lo que ya poseen, la única derrota es continuar con lo que ya existe -lo que a veces debe reconocerse como paupérrimo-; su permanencia en el puesto está asegurada por las garantías constitucionales del derecho a huelga y organización laboral. Entonces, ¿podría colegirse que las huelgas de enfermeros y docentes son de todo derecho, y que por ende deben ser aceptadas hasta tanto no exista una resolución? Evidentemente, existe un derecho explícitamente reconocido por la constitución, sin embargo, determinar las formas en que ha de darse una lucha por intereses económicos a través de mecanismos políticos de organización, decisión y ejecución exige la valoración de rasgos no meramente económicos y de derecho individual.

La experiencia

Tras varias semanas en las cuales los servicios de atención a los niños se vieron comprimidos a causa de los sucesivos paros, la inquietud del UNICEF se hizo notar públicamente mediante una carta del representante del Organismo en Argentina al Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, y a uno de los máximos representantes de los enfermeros del Hospital Garrahan, Gustavo Lerer. Fechada el pasado lunes 22 de agosto, la edición del martes 23 del matutino La Nación la citó en un artículo de la siguiente manera:
…"Los niños no pueden hacer valer sus derechos por ellos mismos, no salen a las calles ni hacen paros, especialmente los más pequeños. Pero tienen derechos como ciudadanos. Especial protección requieren cuando están enfermos y necesitan cuidados médicos y hospitalarios para restaurar su salud", dice la carta. Sobre las guardias mínimas que los trabajadores dicen cumplir agrega: "No existen formas mínimas de respeto a los derechos, la ética solamente tiene máximos"…
Es de común aceptación que el derecho de los niños, en este caso, consiste en recibir la debida atención sanitaria en un hospital. Un cese de actividades, inexorablemente, reduce cualitativa y cuantitativamente las prestaciones; una realidad cuyo conocimiento no aparenta exigir afinada perspicacia. A pesar de esto, desde que se anunciaron las primeras huelgas, quienes la emprendieron y quienes entre la ciudadanía la consintieron y apoyaron aseveraron insistentemente que las urgencias estaban siendo garantizadas, por lo cual nadie debía alarmarse. Si así fuera, ¿qué es lo que estaría faltando? Alguien con espíritu malicioso podrá sugerir que allí está sobrando personal, lo cual no es cierto. Por el contrario, los trabajadores que han promovido medidas de fuerza para vigorizar sus reclamos, son todos ellos parte de una institución que desarrolla en su conjunto una labor determinada: la de conservar y restablecer la salud. Conservar y restablecer implican atender urgencias y cuidar de los enfermos, lo que se ha continuado haciendo, mas, fundamentalmente, implican monitorear para prevenir, lo que ha estado entre paréntesis. Una estrategia nacional de atención sanitaria está en nuestros tiempos basada en la medicina preventiva, aquella que consiste en realizar un seguimiento del estado físico, psíquico y social de los individuos. Aquella que pretende, con un dejo de ensueño, que nadie deba llegar a un estado de enfermedad, anticipándosele en su aparición o en su agravamiento. Un objetivo cuyo logro, absolutamente probable y sujeto a la obra de los individuos responsables, define la calidad de vida de una población. Para esto, en cada hospital se ha definido un trabajo específico a realizar por el conjunto del plantel profesional en el cual cada uno de estos es responsable de llevar a cabo una tarea determinada. Al cabo, ¿cuál es el riesgo inmanente a la continuidad de las huelgas de enfermeros? Que tareas determinadas de ciertos agentes no se están desarrollando. No se trata de las urgencias, sino, igualmente inquietante, de cientos de niños que han dejado de recibir vacunas, o de ser sometidos a estudios o cirugías que hoy no se realizan por urgencia, pero que se erigen en una amenaza latente a su salud en un futuro, tal vez próximo, tal vez lejano.

En otro contexto, desde comienzos de año los docentes primarios, secundarios y universitarios también han sido vanguardia de esta naciente escala de reclamos salariales y medidas de fuerza. La polémica que suscita un día de paro en una escuela primaria o secundaria normalmente tiende a generar la atención mediática, y por su intermedio, inevitablemente, acaba por ser un tema de dominio y debate público. Sin embargo, aquello que ocurre dentro de una universidad no cobra dimensiones que puedan llamarse de público conocimiento y discusión. Graciosamente, es en el ámbito académico donde las acciones y las discusiones sobre los más diversos asuntos cobran los más acalorados aires. Es un claustro donde una pléyade de rabdomantes guiados por el mito de la gran conspiración secreta, estima la apariencia bestial de la agigantada sombra de un ratón como la naturaleza propia de la criatura, y se regocija inconscientemente cuando de boca a oreja circula el rumor sobre una cercana huelga.
La postergación de la Universidad argentina es una de las principales causantes de la visión de un futuro incierto para el país, siendo menester que se revean las políticas de educación superior, emprendidas y continuadas desde hace quince años. Consecuente, es cabalmente justo que los docentes reclamen por salarios acordes a su profesión; pero, crecientemente, los modos de su expresión no acaban siendo los más atinados. Ironías de nuestra sociedad, los paros y las manifestaciones de los docentes universitarios se exhiben como hechos marginales ante quienes, con cuyos malestares, hacen emerger focos de atención para quienes definen las políticas más relevantes. Un paro docente en la universidad resulta ser así no más que la privación de cierta cantidad de horas de clase para un estudiante, quien sin este tiempo dentro de un aula es despojado de una porción cualitativa de su formación profesional. Que la figura de un docente no se pose frente al pizarrón evidencia que algo negativo está sucediendo; es lo que el juvenil espíritu crítico debiera entrever, en vez de exacerbar sus sentimientos de gloria rebelde.

El deber

¡Bienvenida una vez más la libertad de defender los intereses individuales y de grupo! Es la herramienta con la cual incesantemente se realizan las libertades económicas y políticas; pero que esto ocurra no conlleva que no se continúe estando en deuda respecto al límite que cada actor debe proyectar a sus acciones. Ninguna libertad ha de ser coaccionada, sino que su goce sólo puede posibilitarse reconociendo las reglas de juego de la vida civil libre, para que sean libres y no lesivas, esto significa, señores; que estén dotadas de conciencia. En una coyuntura que presenta la dicotomía entre avanzar en un reclamo con medidas de fuerza, o atemperar las demandas ateniéndolas a la satisfacción de las responsabilidades; enfermeros y docentes habrán de ser conscientes de su importancia ineludible para el bienestar social y el progreso de la nación. Primordialmente, habrán de hallar para sus acciones de protesta un sentido que no tenga por gusto corromper mediante el incumplimiento de sus deberes la confianza mutua de toda una sociedad en el trabajo colectivo y la solidaridad que la libertad y la democracia requieren.

Por Marcos Papais,
Conde de Erialplatonia.

Thursday, August 25, 2005

La Fuente
En un instante, los transeúntes se detuvieron pétreos, las agujas del reloj se pararon y los ruidos de la ciudad, fusionados, se transformaron en un son ominoso pendiente en el tiempo. Quienes habían quedado como testigos de este accidente temporal no llevaron más que el recuerdo de un transcurso esperado y concebible. El continuo no se quebrantó en sus vidas. Empero, bajo las sombras de las aves varadas en un punto fijo del cielo, el chorro de agua, que emanaba de la fuente y caía en la bandeja revestida de un mosaico de estilo bizantino, disminuía en su flujo a medida que se extendía aquel estado accidental. Cuando ya no salió ninguna gota, aún provocando el ruido del choque del agua contra la piedra, el hechizado mundo despertó. Ni los hombres que caminaban por la acera acercándose a la fuente, ni los jóvenes sentados circularmente en el borde del platillo, dejaron de percibir por ojos y oídos al agua que caía. Tampoco quienes solían posarse frente a ella para arrojar monedas por el halago de una esperanza huera que llevara los deseos a la experiencia, a lo tangible, concibieron jamás que la esencia de la fuente había perdido su razón, lo cual era su muerte. Los musgos llegaron a cubrir el mosaico, mientras que sórdidas y acostumbradas manos impúdicas tomaban las monedas corroídas y entremezcladas con la nueva vegetación. En pocos días, una costra de musgo, suciedad y sales dejadas por el agua evaporada impedía la visión de las figuras fitomórficas que representaba el espléndido mosaico. Nadie era capaz de captar lo que frente a sus ojos había.
En la inadvertencia demencial, en la simulada visión de los ciudadanos; transeúntes y autoridades, los rayos del sol se conjugaban con las sustancias reactivas de la costra para desgastar las lustradas piedras del mosaico. Así, los efectos persistentes durante largos años llegaron a crear las condiciones para que el agua cáustica de las lluvias urbanas filtrara por orificios que se reprodujeron más y más. Un día, finalmente, la estructura cedió y un montículo de piedras, caños y mugre ocupó el emplazamiento de la fuente. El agua despedida al aire y caída luego al platillo seguía siendo contemplada sensorialmente, pero las quejas abundaron cuando los escombros de lo que en verdad no existía en su forma dejaron verse en aquel sitio, masivamente concurrido, públicamente adorado. Una partida enviada por el demandado ayuntamiento limpió aquellos restos, y conformes los habitantes, continuaron cultivando su fervor por el gustoso manantial.
Los años pasados se contaron en décadas y tras varias de ellas, la causa de la desaparición del chorro, el caño de agua que por romperse vertía toda su agua a la tierra y quitaba todo alimento a la fuente; hundió lentamente el pavimento. El lodazal que hubo entonces fue al poco tiempo dando espacio a un pozo aciago, en el cual el agua caía de la superficie hasta el profundo y oscuro fondo, dejando escuchar un penetrante murmullo que, con la expansión del pozo hacia el averno, resultaba más impetuoso e impresionante. Vaya destino aquel que impedía que un solo ser de afinados sentidos pudiera advertir la ruina de toda una ciudad. Las casas circundantes por fin se desplomaron, un vacío creciente, revestido de chatarra y cadáveres, por el cual corría hacia su interior el pequeño chorrillo, avanzaba devorándose intempestivamente la ciudad y sus habitantes.
El tiempo volvió a detenerse. El inmenso hueco dejó de crecer y esta vez el agua ya no fluyó por ninguna parte. Cuando el reloj se puso en marcha, ya no había nadie allí para enterrar todo aquello y escribir una nueva historia encima.

Marcos Papais,

Conde de Erialplatonia.