Thursday, November 09, 2006

Canio, "Il Pagliaccio"
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La ópera no es precisamente un arte popularizado en la América ibérica, sin embargo, vaya paradoja, no hay quien así en aquella como en las otras Américas no haya tenido una experiencia sensorial ni haya dejado de someter a una ignota reflexión -aunque valga una devoción iconoclasta- a Canio. Me disculpo ante el desasosiego de quien aguarda un contenido informativo, a lo cual quisiera agregar a modo anticipatorio, que no me refiero a otra cosa que a la historia, la poesía y la sucesión de leitmotivos en la melodía de una ópera. Es así que, como se lo hace en derredor, alzo la voz para esclarecer mis postulados acerca de Canio. Il Concetto vi dissi... Or ascoltate com’egli è svolto. Andiam. Incominciate!
En las yermas laderas, los cansinos contadini rastrillan la tierra reseca que sus padres enseñaron a implorar. Una tras otra, las generaciones habían clamado a los iconos por el auxilio de los beatos, quienes, cuando respondían, enviaban al magnánimo Pagliaccio y sus solícitos istrioni en su carretto a llenar de regocijos los vacíos graneros. Escuchar las trompetas y el resonar de los tambores en el tránsito desde el cielo enardecía a los contadini, contadine y ragazzi; quienes aglutinados en torno al carretto, concebían de la resignada miseria aquella excitada y atropelladora folla que aguardaba el asomo de Il Pagliaccio, el vitoreado don divino que principiaba ora risueño las voces del miràcolo:

Un grande spettacolo a ventitré ore
prepara il vostr'umile e buon servitore!

Pagliaccio no es un hombre por sí mismo, o si tal condición le es digna de serle concedida, es entonces morada de un sujeto más intrincado y hediondo. Escondido tras el manto del antifaz y el maquillaje blanco que exige su oficio, fatídicamente Canio elegirá vivir el fin que en tanto Canio le fue deparado. Empero, aunque el destino se construya sin remedio y los hombres ansíen forjar por aquello que conjeturan que suponen sus acciones, el oprobio que sus venas encierran sólo lo pudo acompañarla el lúbrico Tonio; aquel que entrama la traición que hará emanar su la furibunda bilis. Canio desea la venganza, únicamente aquella que hace desangrar, aquella por la cual, insosteniblemente ávido de roja furia, sucumbe a la tentación de fraguar su montaje. Pero su oportunidad le será esta vez vedada, y así, conteniendo y bruñendo su odio, se conmina a encontrar su fuga en el solaz de la folla...

Recitar! Mentre presso dal delirio
Non so più quel che dico e quel che faccio!
Eppur è d’uopo... sforzati!
Bah! Sei tu forse un uom?
Tu se’ Pagliaccio!
Vesti la giubba e la faccia infarina.
La gente paga e rider vuole qua.
...
Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto;
In una smorfia il singhiozzo e’l dolor...
Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore in franto!
Ridi del duol t’avvelena il cor!

El espectáculo se inicia, por revés, estando Canio fuera de la escena; mas pronto a ingresar en ella con su furia recobrada, su desdicha penetrando su alma y pronta a expedir su tétrica solución. Entrado en escena con su velado semblante ceñido, su voz glacial, su estrafalario espíritu guardado en su vestido, Canio ansía el castigo. Su tono grave y movimientos solemnes redundan en consentimiento multitudinario. Ataca... ahora las contadine se alzan, los contadini las retornan... Retrocede... la folla, inmóvil, se solaza envuelta en su estolidez aguardando una piedad figurada. Cernido aviesamente, el dominio de Canio se ha librado a eternizar su inefable vileza. Atronador, exclama: Il nome, o la tua vita! Il nome!, y la folla se conmueve en un impulso instintivo que denota invariablemente una definición que escapa a su medida; una definición inherente al ser, a la existencia de todo aquello que allí se yergue.
Finalmente, la Erlösung adviene. Es un hecho determinante que empequeñece y ridiculiza a quien se figura encarársele, cual un rayo que irrumpe en la envolvente oscuridad de la noche es admirado por su luminiscencia y aterrante por su infinita fuerza. Así, la acción de Canio lleva a un horror insufrible que reanima las entumecidas almas y les extrae el chillido de sus gargantas, revelándoles su nimiedad y las fatalidades que exceden los parámetros de sus universos. Sólo una vez desatado el crimen puede la folla prorrumpir su súplica y abalanzarse hacia el autor, el diminuto Canio, quien aún a tiempo cierra su obra... La commedia è finita!
En los personajes habitan personas... Es un supuesto del cual el compositor de esta ópera, Ruggero Leoncavallo, buscó su reconocimiento como principio a partir de su capacidad inmensa de proveer consecuencias. Así, el espectáculo de ficción puede pensarse en la medida de su naturaleza inalienable. Es visto como verdad acotada en una escenificación inocua e irreal, y es ello lo que inhibe la posibilidad de encontrar una acción verdadera que rebase su licencia de manifestar una lección de verdad potencial desde lo ficticio. Y aún en su plena verdad, cabría interrogarse por la posición, la compostura y la vestimenta del demagogo carismático que profiere parado sobre los tablones de la escena las caras palabras que penetran en los sentimientos de los adeptos. Si fuera esto inasequible, funesto resultaría saber que Canio sólo podrá ser visto cuando la sangre y el terror hayan comenzado a fluir sin arreglo. Humanamente, la sordidez nunca deja de convivir con la salvación de las almas, por el contrario, en la política razonada, queda la esperanza de reducirla en la duda metódica de todo aquello que se pronuncia.

Marc Papàïs
Conde de Erialplatonia :j:

Sunday, June 25, 2006

De ti, por ti, para ti
(A la Princesa de Fontpad-da)

Jovencita de jovial semblante,
de tu imagen acompañado,
Ay, de ti contemplo anhelante,
tu sutil cariño obsequiado.

De tu fiel amistad, dulzura,
por ti, jovencita, prodigada,
Infinita mi deuda perdura,
ardorosa mi vida signada.

Conmigo, hallada o faltante,
es guía tu palabra versada,
Navegando en noche, errante,
cual Halo Polar, nota ansiada.

Cuando tu tierna voz se aleja,
es mi trova de ti un susurro,
Renacida pasión me corteja,
de ti, basa de un orbe urdo.

Marc Papàïs, Conde de Erialplatonia.

Wednesday, March 29, 2006

Fontpad-da

En el estanque de los lotus, una preciosa flor de fucsia y sereno amarillo concita la cautivada mirada de los paseantes. Sobre el manto verduzco de la atiborrada agua y las flotantes hojas de los lotus, tan firmes como rocas, la flor posaba en digna soledad, resplandeciendo seductora.
Cuando entre las entramadas hojas de lotus, los peces persistían en encontrar un resquicio por el cual asomar sus bocas a las superficies; temblaban las hojas, haciéndolas mojar al rozarse. A los paseantes, su belleza cautivante les hacía detenerse ante el estanque, ciñéndolos irresistiblemente a una contemplación melancólica plena de deseos que cobraban vida en el impacto del metal con el agua. Sin embargo, la exuberante flor asistía incólume a la intensa aspiración del agua por rozarla. Allí seguían, la loada flor de coronación y el acuoso manto verde que en derredor la ansiaba. Crispada otras veces por la perseverante brisa, ilustraba un precepto espiritual: “inalcanzable por el agua, cual alejado del mal quien a Dios llevare en su hacer”.
Así, intrincada y divinizada, el deseo revivía en exasperación cuando al agua una marchita flor caía. Era su enaltecida existencia aquello que los paseantes gozaban contemplar. Sus vírgenes pétalos fucsia confluyendo en su relumbrante centro amarillo; su compasiva flexibilidad ante las sacudidas de las hojas que la acompañaban; su elevación inaccesible cuando las gotas salpicadas urdían abordarla. Sentían sus admiradores, al igual que yo, que era esta flor asimismo consciente que atemperada, y que por ello, cada día en el que el fulgor del sol le llegaba, nos reconocía con la intensidad de sus colores.
Envueltos ante tamaña belleza, finalmente llegó el día de nuestra sorpresa. Junto a las carpas fui testigo de aquel sublime encuentro entre la flor y el agua. El impulso a dar a conocer lo suave a mi ríspida piel me sobrevoló en ese instante: estaba aún la mitad de su manso cuerpo sobresaliendo en la superficie. Con todo, por amor, incapaz estuve de profanarla.
Marc Papàïs
Conde de Erialplatonia :j:

Monday, January 30, 2006

Bienvenida

Desde el llano, oh vientos de las pampas, haced llegar mi clamor, ¡que mi bramido sea oído y mi voz escuchada! Que el murmullo de un alma anhelante sea la exclamación de toda su vida. ¡Sed avispadas palabras mías!, que mi ánimo doliente debe amarrarse a sí su esperanza y su agotamiento sea a socorro de su olvido, no a su consumación.
¡Que un árbol sin su suelo no es libre! ¡Que un hombre sin su deuda descuida su moral! La inspiración de una mente, la devoción de los sentimientos, son templo sagrado de este
espíritu. Cual el agua que penetra en los poros más recónditos del suelo que cría, su melodía de palabras llena de júbilo un infinito recipiente de miríadas de compartimentos; un sembradío de aquellas flores más bellas, de las inmarcesibles y de las pasionarias vivificantes que nacen y mueren la misma noche. Alma mía, que de ternura te has armado, que con simpatía me haces hablar, ruego a tu menester; que mi amor no posee, que mi apego es sólo fe, que el suspiro al que induces es deseada primavera mas azote en invierno. ¡Habite en mí la coerción de la interdicción; retened su temeraria fuga; quemad la impetra porfía de su profanación! Encadenado ser, de destino fusco soy, fuese rey, fuese esclavo, aquello todo súbdito lo es. ¡Viva así! ¡Marche! Estoicos brazos, férvida piel, cansinos pies: ¡Sostened al hombre en su hoguera! ¡No has nacido Sísifo, has nacido pecador!
¡Odas de delicia, coplas de zorzal! ¡Advenid a mí! ¿Tú, Pampero, de allí vendrás? Tú, que no eres mía, ¡concédeme tu caricia sobre mi cabellera! ¡Melodías en contrapunto, no veáis mi plañir; fijad mi esperanza; coread vuestra
cristiana letra; cundid Su temperancia! Entre serafines, lo entrañable asomará; DIGNA AMIGA, ¡AL FIN TORNARÁS!

Conde de Erialplatonia