Sunday, August 28, 2005


Huelgas que no cuajan

Una breve reflexión sobre las polémicas luchas de enfermeros y docentes universitarios en la Argentina post-crisis.


Finalmente una espiral de reclamos salariales y sucesivas huelgas se ha librado en diversos ámbitos del campo laboral. Tras década y media de reducciones crecientes de los empleos existentes y de las oportunidades de obtenerlo; consolidándose paralelamente la desprotección legal y social, junto con la racionalización del trabajo; el goce de la libertad de demandar un salario más elevado a través del ejercicio de la huelga ha sido afortunadamente rescatado de entre una larga lista de derechos condicionados por los hechos. La declaración del síntoma de prosperidad y pujanza de los actores económicos y sociales puede aducirse para explicar y recibir con beneplácito el surgimiento de estas huelgas; pero, siento mucho ser aguafiestas. Prudente aquel que tiene un hálito de escepticismo a mano para no enfervorizarse tan pronto; para intentar dilucidar una trama que tanto la religión de la lucha de clases y sus resentimientos pasionarios, como la razonable aspiración a ensanchar los bolsillos, ignoran profundamente cuando salen a batallar. Condenar éticamente que niños sanos no puedan acceder a servicios médicos, fastidiarse porque alumnos primarios, secundarios y universitarios no reciben las lecciones fundamentales para su formación; merece para no pocos religiosos y pasionarios una censura, por reaccionario y fascista. Puede ocurrir que así suceda en muchos casos, cuya explicación es más bien por reaccionarios que por fascistas. No obstante, desquitarse de los ardores resulta al fin una experiencia aciaga si al menos no se goza de la capacidad evasiva de templar las impresiones con razonamientos que concluyen en representaciones no menos funestas.

El derecho

En la mayor abstracción de una escuela predominante de pensamiento económico suele afirmarse que el mercado de trabajo es un mercado más entre otros; elástico, donde oferta y demanda siempre alcanzan una situación de conformidad; lo cual otorga toda validez de raciocinio económico a cualquier trabajador que meditada o espontáneamente tenga voluntad de demandar una mejor paga. Que los enfermeros manifiesten el deseo de ganar más que los médicos no es ilógico de su parte, es lentitud de los médicos que no redoblan la apuesta. ¡Que empiece el reclamo! Díganle a sus contratantes que esperan de ellos una suba en sus salarios a partir del próximo mes. Si sus patrones son solícitos, allí estarán aumentando las cifras de sus cheques y depósitos, pero aplicando la racionalidad económica seguramente les sugerirán algo que los humanos no pueden hacer: volar por sí mismos. Pero, nadie debe olvidar los derechos adquiridos por la actividad y acuerdo político. Cada uno debe tener su ejemplar de la Constitución en su casa como si fuera una Biblia; contemplen cuan agraciados son frente a los ingleses y los israelíes, ustedes sí tienen un texto sintético llamado Constitución Nacional que es el mejor manual para conducir sus libertades. No tienen que leer abundante, ni siquiera abordar los embarazosos artículos sobre las atribuciones de los poderes de la nación. Para este caso, basta con atender al artículo 14 bis para informarse que no necesitan salir volando de la oficina de su jefe cada vez que desean unos billetes más. Compartiendo visiones con sus compañeros, podrán llegar a un acuerdo y advertirle a su jefe que se cruzarán de brazos hasta alcanzar lo que ambicionan. ¿Aún sigue siendo tosco? Bueno, crucen los brazos, la constitución se los permite. Así, como los legisladores lo han previsto, deberán sentarse junto a su empleador a una mesa de negociaciones, aceptando todos volver a sus puestos mientras la negociación esté en curso. Podrán ganar o perder, eso depende de vuestra capacidad de negociación y naturaleza de organización; así como de la predisposición del jefe. Desde ya, nunca van a perder lo que ya poseen, la única derrota es continuar con lo que ya existe -lo que a veces debe reconocerse como paupérrimo-; su permanencia en el puesto está asegurada por las garantías constitucionales del derecho a huelga y organización laboral. Entonces, ¿podría colegirse que las huelgas de enfermeros y docentes son de todo derecho, y que por ende deben ser aceptadas hasta tanto no exista una resolución? Evidentemente, existe un derecho explícitamente reconocido por la constitución, sin embargo, determinar las formas en que ha de darse una lucha por intereses económicos a través de mecanismos políticos de organización, decisión y ejecución exige la valoración de rasgos no meramente económicos y de derecho individual.

La experiencia

Tras varias semanas en las cuales los servicios de atención a los niños se vieron comprimidos a causa de los sucesivos paros, la inquietud del UNICEF se hizo notar públicamente mediante una carta del representante del Organismo en Argentina al Ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, y a uno de los máximos representantes de los enfermeros del Hospital Garrahan, Gustavo Lerer. Fechada el pasado lunes 22 de agosto, la edición del martes 23 del matutino La Nación la citó en un artículo de la siguiente manera:
…"Los niños no pueden hacer valer sus derechos por ellos mismos, no salen a las calles ni hacen paros, especialmente los más pequeños. Pero tienen derechos como ciudadanos. Especial protección requieren cuando están enfermos y necesitan cuidados médicos y hospitalarios para restaurar su salud", dice la carta. Sobre las guardias mínimas que los trabajadores dicen cumplir agrega: "No existen formas mínimas de respeto a los derechos, la ética solamente tiene máximos"…
Es de común aceptación que el derecho de los niños, en este caso, consiste en recibir la debida atención sanitaria en un hospital. Un cese de actividades, inexorablemente, reduce cualitativa y cuantitativamente las prestaciones; una realidad cuyo conocimiento no aparenta exigir afinada perspicacia. A pesar de esto, desde que se anunciaron las primeras huelgas, quienes la emprendieron y quienes entre la ciudadanía la consintieron y apoyaron aseveraron insistentemente que las urgencias estaban siendo garantizadas, por lo cual nadie debía alarmarse. Si así fuera, ¿qué es lo que estaría faltando? Alguien con espíritu malicioso podrá sugerir que allí está sobrando personal, lo cual no es cierto. Por el contrario, los trabajadores que han promovido medidas de fuerza para vigorizar sus reclamos, son todos ellos parte de una institución que desarrolla en su conjunto una labor determinada: la de conservar y restablecer la salud. Conservar y restablecer implican atender urgencias y cuidar de los enfermos, lo que se ha continuado haciendo, mas, fundamentalmente, implican monitorear para prevenir, lo que ha estado entre paréntesis. Una estrategia nacional de atención sanitaria está en nuestros tiempos basada en la medicina preventiva, aquella que consiste en realizar un seguimiento del estado físico, psíquico y social de los individuos. Aquella que pretende, con un dejo de ensueño, que nadie deba llegar a un estado de enfermedad, anticipándosele en su aparición o en su agravamiento. Un objetivo cuyo logro, absolutamente probable y sujeto a la obra de los individuos responsables, define la calidad de vida de una población. Para esto, en cada hospital se ha definido un trabajo específico a realizar por el conjunto del plantel profesional en el cual cada uno de estos es responsable de llevar a cabo una tarea determinada. Al cabo, ¿cuál es el riesgo inmanente a la continuidad de las huelgas de enfermeros? Que tareas determinadas de ciertos agentes no se están desarrollando. No se trata de las urgencias, sino, igualmente inquietante, de cientos de niños que han dejado de recibir vacunas, o de ser sometidos a estudios o cirugías que hoy no se realizan por urgencia, pero que se erigen en una amenaza latente a su salud en un futuro, tal vez próximo, tal vez lejano.

En otro contexto, desde comienzos de año los docentes primarios, secundarios y universitarios también han sido vanguardia de esta naciente escala de reclamos salariales y medidas de fuerza. La polémica que suscita un día de paro en una escuela primaria o secundaria normalmente tiende a generar la atención mediática, y por su intermedio, inevitablemente, acaba por ser un tema de dominio y debate público. Sin embargo, aquello que ocurre dentro de una universidad no cobra dimensiones que puedan llamarse de público conocimiento y discusión. Graciosamente, es en el ámbito académico donde las acciones y las discusiones sobre los más diversos asuntos cobran los más acalorados aires. Es un claustro donde una pléyade de rabdomantes guiados por el mito de la gran conspiración secreta, estima la apariencia bestial de la agigantada sombra de un ratón como la naturaleza propia de la criatura, y se regocija inconscientemente cuando de boca a oreja circula el rumor sobre una cercana huelga.
La postergación de la Universidad argentina es una de las principales causantes de la visión de un futuro incierto para el país, siendo menester que se revean las políticas de educación superior, emprendidas y continuadas desde hace quince años. Consecuente, es cabalmente justo que los docentes reclamen por salarios acordes a su profesión; pero, crecientemente, los modos de su expresión no acaban siendo los más atinados. Ironías de nuestra sociedad, los paros y las manifestaciones de los docentes universitarios se exhiben como hechos marginales ante quienes, con cuyos malestares, hacen emerger focos de atención para quienes definen las políticas más relevantes. Un paro docente en la universidad resulta ser así no más que la privación de cierta cantidad de horas de clase para un estudiante, quien sin este tiempo dentro de un aula es despojado de una porción cualitativa de su formación profesional. Que la figura de un docente no se pose frente al pizarrón evidencia que algo negativo está sucediendo; es lo que el juvenil espíritu crítico debiera entrever, en vez de exacerbar sus sentimientos de gloria rebelde.

El deber

¡Bienvenida una vez más la libertad de defender los intereses individuales y de grupo! Es la herramienta con la cual incesantemente se realizan las libertades económicas y políticas; pero que esto ocurra no conlleva que no se continúe estando en deuda respecto al límite que cada actor debe proyectar a sus acciones. Ninguna libertad ha de ser coaccionada, sino que su goce sólo puede posibilitarse reconociendo las reglas de juego de la vida civil libre, para que sean libres y no lesivas, esto significa, señores; que estén dotadas de conciencia. En una coyuntura que presenta la dicotomía entre avanzar en un reclamo con medidas de fuerza, o atemperar las demandas ateniéndolas a la satisfacción de las responsabilidades; enfermeros y docentes habrán de ser conscientes de su importancia ineludible para el bienestar social y el progreso de la nación. Primordialmente, habrán de hallar para sus acciones de protesta un sentido que no tenga por gusto corromper mediante el incumplimiento de sus deberes la confianza mutua de toda una sociedad en el trabajo colectivo y la solidaridad que la libertad y la democracia requieren.

Por Marcos Papais,
Conde de Erialplatonia.

2 comments:

Anonymous said...

¿Qué comentario puedo yo hacer?. Si la constitución ampara las huelgas en Argentina y esta bien que así sea, está bien que se proteja al menos fuerte. Pero ¿
¿Quién es el menos feurte?, ¿Los grupos sindicales que llenan los lugares a donde van, o los partidos políticos que llevan hacinadas combis a los actos? Para mi ambos, quién sale perjudicado los terceros. ¿Cómo es esto? Mi Constitución me defiende y nada más. No me da libre potestad para preteneder más de lo que me es justo. Que no sea justo, es otra cosa, pero no es justo para ninguno, ni docentes, ni camilleros, ni ebanistas. Para ninguno. Así que reclamar un sueldo digno, es cuando se merece un sueldo digno. Los docentes no saben quie fue Tolomeo, ni qué significa las siglas "INRI". Entonces no se puede justificar una huelga, a gente que dice merecer algo mejor. Los camilleros podrán saber técnicas de resucitación pero dudo que sepan evaluar un paciente a vista de ojo. No puede pretender algo mejor, sino son mejores. La capacitación, por propia voluntad no existe, entonces no hay evolución, si no hay evolución no hay mejoría, si no hay mejoría no puede haber aumento salarial.

Al pueblo lo que le es justo.

Anonymous said...

hola papalote, muy buen articulo sobre la libertad (que se yo) espero que sigas asi, saludos
FCM (Arkansas Dave Rudabaugh)