La Fuente

En la inadvertencia demencial, en la simulada visión de los ciudadanos; transeúntes y autoridades, los rayos del sol se conjugaban con las sustancias reactivas de la costra para desgastar las lustradas piedras del mosaico. Así, los efectos persistentes durante largos años llegaron a crear las condiciones para que el agua cáustica de las lluvias urbanas filtrara por orificios que se reprodujeron más y más. Un día, finalmente, la estructura cedió y un montículo de piedras, caños y mugre ocupó el emplazamiento de la fuente. El agua despedida al aire y caída luego al platillo seguía siendo contemplada sensorialmente, pero las quejas abundaron cuando los escombros de lo que en verdad no existía en su forma dejaron verse en aquel sitio, masivamente concurrido, públicamente adorado. Una partida enviada por el demandado ayuntamiento limpió aquellos restos, y conformes los habitantes, continuaron cultivando su fervor por el gustoso manantial.
Los años pasados se contaron en décadas y tras varias de ellas, la causa de la desaparición del chorro, el caño de agua que por romperse vertía toda su agua a la tierra y quitaba todo alimento a la fuente; hundió lentamente el pavimento. El lodazal que hubo entonces fue al poco tiempo dando espacio a un pozo aciago, en el cual el agua caía de la superficie hasta el profundo y oscuro fondo, dejando escuchar un penetrante murmullo que, con la expansión del pozo hacia el averno, resultaba más impetuoso e impresionante. Vaya destino aquel que impedía que un solo ser de afinados sentidos pudiera advertir la ruina de toda una ciudad. Las casas circundantes por fin se desplomaron, un vacío creciente, revestido de chatarra y cadáveres, por el cual corría hacia su interior el pequeño chorrillo, avanzaba devorándose intempestivamente la ciudad y sus habitantes.
El tiempo volvió a detenerse. El inmenso hueco dejó de crecer y esta vez el agua ya no fluyó por ninguna parte. Cuando el reloj se puso en marcha, ya no había nadie allí para enterrar todo aquello y escribir una nueva historia encima.
Marcos Papais,
Conde de Erialplatonia.
1 comment:
Es que me cuesta hasta entenderte los cuento que encima ya se la moraleja que encierran de ante mano.
La verdad es que con un chanchito delante seguro que todo lo entiendo mejor.
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